Hace medio mes tuve la suerte de empezar a trabajar codo con codo con una experta en el mundo del planchado. Fundamentalmente, nuestra competencia ha sido la ropa de la casa. Mi ‘maestra’ se llamaba Felisa. Planchábamos sábanas. Doblábamos fundas de almohadas. Completábamos juegos de mantelería. Horas y horas. Al terminar, contemplábamos el resultado. “¿Vio? Lo bien hecho, bien parece”, me dijo. A mí me dejaba tiesa.
De primeras, no me salía regodearme de lo que veía. Estaba demasiado cansada para ‘disfrutarlo’. Tomaba yo el mal camino. Pero me di cuenta enseguida: hay que adquirir el gusto por lo bien hecho y disfrutarlo.
No sé de dónde nace el gusto. Pero he trabajado con gente que lo tiene como condición de vida casi. Hace ya más de dos años, caminando con una amiga por la calle, ella comentó -sin darse importancia ni a ella misma ni a su afirmación- que la poesía era un gusto adquirido, como la cerveza. Estaba convencida. Pero no lo dijo aseverando, es como que se le cayó de la mente esa idea.
Yo pensé que si le oyesen los entendidos, se les antojaría más que estrecho ese punto de vista. A ella la poesía no es que le gustara desde siempre, es que se lo fomentó porque le interesaba potenciar ese saber en su vida en un determinado momento.
La idea, además de hacerme mucha gracia, se me quedó hasta ahora. He estado pensando en ella y en lo que me ocupa en estos momentos, el trabajo del hogar… ¿Es como la poesía? ¿Es como la cerveza? ¿Gusto adquirido? ¿Obligación?
Intuyo que en mucha gente ha pasado, está pasando o pasará que, ante las tareas de la casa, adoptan una actitud inicial de “porque no hay más remedio” y, más adelante, una actitud no tanto final, sino dinámica, de “me gusta”. Y, de ser un gusto adquirido, probablemente pasa a ser un gustoso quehacer.
A mí, por encima de todo, las tareas de la casa en estos momentos me parecen sencillamente interesantes. No es poco. Interesa que aunque te cueste, te importe lo bien hecho en tu propia casa. Es cuestión de ejercitarse en adquirir el gusto por la perfección.
La perfección, sobre todo en labores tan mecánicas como planchar, limpiar, ordenar, es siempre algo buscado. Nunca nos topamos con algo bien hecho de casualidad. Alguien se tomó la molestia de esforzarse. Interesa que no te baste con limpiar la cocina de cualquier manera, sino que no quede ni una gota en la pila. Interesa que pelees por esa arruga con la que ya pactaste planchado tras planchado. Interesa que dejes ese jersey bien doblado. Interesa que tengamos iniciativa, perfección buscada, que combatamos desde nuestras casas la irritante parsimonia con la que a veces se desempeñan las tareas del hogar. Tener iniciativa a la hora de servir. Espontaneidad. Capacidad de sorprender y de sorprenderse: disfrutar de lo bien hecho, como Felisa. Participar de lo que ocurre a nuestro alrededor para acertar cada vez más. De nosotros depende.